1. Ama el Pastor las ovejas,
con un amor paternal.
Ama el Pastor Su rebaño,
con un amor sin igual.
Ama el Pastor Sus corderos
que descarriados están,
y conmovido los busca
por dondequiera que van.
Andan en yermos, errantes,
tristes, cansados, sin Él.
Sígueles pues el Maestro;
vuélveles a Su redil.
2. Ama el Pastor Sus corderos,
con infinito amor,
los que a veces, perdidos,
se oyen gemir de dolor.
Ved al Pastor, conmovido,
por los collados buscar.
Vuelven ya todos gozosos;
salvos por Él se verán.
Andan en yermos, errantes,
tristes, cansados, sin Él.
Sígueles pues el Maestro;
vuélveles a Su redil.
3. Ama las noventa y nueve
que en el aprisco guardó.
Ama la que, descarriada,
por el desierto dejó.
¡Oye! La voz del Maestro
llama con tierno amor:
“¿No buscaréis mis ovejas,
las que padecen dolor?”
Andan en yermos, errantes,
tristes, cansados, sin Él.
Sígueles pues el Maestro;
vuélveles a Su redil.
4. Son deliciosos Tus pastos,
quietas Tus aguas, Señor.
Henos aquí, oh Maestro;
Tu comisión danos hoy.
Haznos obreros fervientes;
llénanos de Tu amor
por las ovejas perdidas
de Tu redil, buen Señor.
Andan en yermos, errantes,
tristes, cansados, sin Él.
Sígueles pues el Maestro;
vuélveles a Su redil.
Letra: Mary B. Wingate, n. 1899.
Música: William J. Kirkpatrick, 1838–1921.